Conoce a nuestro autor, Billy García

Conoce a nuestro autor, Billy García

No hay mejor manera de presentar a un cuentista que contando su propio cuento. Me llamo William García Vega, pero mis amigos me llaman Billy. Veo la vida como una red infinita de historias entrelazadas, formando una narrativa más grande y profunda sobre nuestra gente. Creo que todos estamos conectados y, a través de esas conexiones, creamos recuerdos inolvidables que nos definen y nos unen.

La tribu de Isa

La tribu de Isa

Provengo de una familia numerosa, rodeado de parientes y amigos. Crecí con 19 primos cercanos por parte de mi madre y varios más por parte de mi padre, cada uno con una extensa red de amistades. Nuestra tribu tenía como líder a mi abuela, Felisa Vega, a quien cariñosamente llamábamos Isa. Cultivada y ávida lectora, devoraba libros y periódicos con facilidad, además de ser una narradora excepcional.

Todos los primos, y a veces incluso algunos adultos, le pedíamos incesantemente que nos relatara alguna de sus historias: relatos de piratas en el Caribe, cuentos de fantasía, leyendas puertorriqueñas, y los entrañables cuentos de Juan Bobo. Isa tenía un don único para narrar historias llenas de color, emoción y profundidad. Fue el tronco fuerte que sostuvo nuestro árbol genealógico hasta que, hace algunos años, partió de este mundo.

Todos los primos heredamos su amor por las historias, sus habilidades domésticas, su arte y su incansable amor por la familia. No había ocasión en que nos acercáramos a Isa sin sentirnos de inmediato el centro de su atención. "Chicos, ¿qué quieren comer hoy?" solía preguntarnos. Preparaba unos buñuelos, flanes y un increíble budín de pan que, hasta hoy, conservo en la memoria el sabor de su toque mágico. Le encantaba hacernos sentir felices y queridos.

De niño, pensaba que Isa lo sabía todo. No sé qué educación tuvo, pero podía ayudar con cualquier tarea y sus conocimientos parecían no tener límites. Era una mujer de sabiduría infinita, siempre capaz de encontrar soluciones a cualquier desafío.

Era también una experta en economía doméstica. Cocinaba con destreza y, además, dominaba manualidades como la costura y el tejido. Estas artes, llenas de tradición y belleza, son hoy tesoros que poco a poco se han ido perdiendo con el tiempo.

Mi casa y familia

Mi casa y familia

Crecí en un hogar junto a mis padres, William y Gladys. Tenía un hermano mayor, Ricky, y una hermana menor, Marie Emma. También tuvimos otro hermano mayor, Billy, pero falleció justo antes de mi nacimiento. Éramos una familia muy unida y, quizá debido a esa pérdida, nuestros padres nos protegían aún más. A pesar de nuestras diferencias, siempre permanecíamos juntos y compartíamos innumerables momentos especiales.

Ricky, conocido cariñosamente por todos como un bromista incansable, llenaba nuestros días de chistes y ocurrencias. Siempre encontraba la manera de hacer reír a todos y de transformar cualquier momento en uno alegre. Yo, por otro lado, me sumergía en mis fantasías, explorando el mundo a través de mi imaginación y mi curiosidad por los insectos. Marie Emma, con su ternura y amor por los animales, pasaba horas paseando a sus perritos salchichas y preparando brownies que inundaban la casa con su delicioso aroma.

Marie tenía una conexión especial con Isa y heredó muchas de sus habilidades: su talento para la cocina, su creatividad y su capacidad de transformar cualquier ocasión en un momento inolvidable. De alguna manera, todos en casa llevábamos dentro un pedacito de Isa, reflejado en nuestras propias aficiones y pasiones.

Nuestra rica herencia

Las cuatro hijas de Isa—Elba, Gladys, Sara y Tere—fueron reconocidas por sus habilidades domésticas y su dedicación a la familia. Mi madre, Gladys, siempre soñó con estudiar enfermería. Isa solía contarme que, de niña, raspaba tiza para mezclarla con agua y guardarla en frascos bonitos, inventando medicinas para curar al mundo. Su fascinación por la botánica la llevó a aprender el nombre de casi todas las plantas y flores de Puerto Rico. Tanto por parte de mi madre como de mi padre, compartíamos un profundo amor por la naturaleza.

Recuerdo con especial cariño los paseos con mi madre. Cada vez que salíamos, nos explicaba de dónde venían las frutas, el nombre de los árboles que veíamos en el camino y el origen de muchas plantas y flores. Literalmente, podíamos preguntarle por cualquier flor y siempre tenía una historia fascinante que contar.

Mi padre compartía esa misma pasión. Siempre tuvimos plantas y animales en casa. Durante un tiempo, nuestro hogar se convirtió en un pequeño santuario natural: Pancho, mi guacamayo escarlata; Cuca y Cuco, dos cotorras amazonas; 21 peceras, de las cuales 13 eran de agua salada; pastores alemanes y perritos salchichas. Además, el jardín estaba lleno de orquídeas, helechos, bromelias y rosas. En el centro del patio había un gran estanque con lirios de agua y una cascada, donde criamos numerosas especies de peces. Cada planta, cada animal, tenía su propia historia, y aprender sobre ellos nos llenaba de entusiasmo.

Sin duda, heredamos el amor por la naturaleza, el cuidado de los seres vivos y la curiosidad por aprender más sobre el mundo que nos rodea. La influencia de Isa y nuestros padres no solo marcó nuestra infancia, sino que sigue siendo parte de quienes somos hoy.

Mi fascinación por la naturaleza

Mi fascinación por la naturaleza

Desde pequeño, la naturaleza era mi refugio. Los insectos, las aves, los peces y cualquier ser vivo que despertara mi curiosidad se convertían en parte de mi mundo mágico. Mientras mis primos y hermanos corrían libres por el patio, yo me perdía entre mis colecciones de mariposas, arañas, cobitos, lagartijos, orquídeas y peces. Tal vez fui ese joven peculiar, con intereses que arrancaban risas entre mis primos, pero Isa siempre supo capturar mi esencia. Con sus relatos, encontraba conexiones mágicas que daban vida a mi curiosidad por los seres vivos.

Uno de mis proyectos más queridos fue criar y alimentar mariposas monarcas. Descubrir sus orugas y cuidarlas hasta que se transformaran en hermosas mariposas fue una experiencia inolvidable. Además de las mariposas, también me involucré en la protección de aves, cucubanos y otros insectos, lo que amplió aún más mi amor por la biodiversidad.

Ese mismo amor me llevó a explorar bosques y lagos, descubriendo paisajes fascinantes y aprendiendo sobre cada criatura que habitaba en ellos. La biología marina siempre fue mi pasión, y soñaba con dedicarme a ella profesionalmente. Sin embargo, cuando llegó el momento de elegir una carrera, mi padre me advirtió que, si decidía ser biólogo, tendría que costear mis estudios por mi cuenta. Nunca supe si lo decía en serio, pero, por respeto a su consejo, opté por estudiar contabilidad y programación.

Aunque elegí otro camino, mi fascinación por la naturaleza nunca se desvaneció. Sigo sintiendo esa misma emoción al ver una mariposa revolotear, al escuchar el canto de un ave o al observar un ecosistema en equilibrio. Hoy, al mirar hacia atrás, entiendo que las palabras de mi padre eran más que un consejo práctico. Quizá solo quería que considerara otras opciones, pero en el fondo, su amor estaba presente en cada advertencia, en cada enseñanza y en cada momento compartido.

Mi relación con mi hija

Mi relación con mi hija

Lizette Marie llegó a mi vida en una etapa de cambios, pero desde el primer momento, su presencia llenó mi mundo de magia. Ahora es adulta, pero cuando era pequeña, compartíamos momentos inolvidables. Juntos creamos un sinfín de relatos, dibujamos personajes y vivimos esa magia cada fin de semana. Veíamos todas las películas de Disney una y otra vez. Leía historias y libros de chistes para encontrar nuevo material y verla sonreír, porque ella llenaba mi alma. Creo que logré transmitirle mi amor por las historias, y su felicidad me recordaba la alegría que mi abuela sentía al compartir con todos sus descendientes. Fueron años de inmensa satisfacción para mí.

Una de las cosas que más me agrada es que heredó mucho de mí. Le encantan las historias y sueña con trabajar como artista, además de doblar voces a otros idiomas. También canta, baila y vive en un mundo lleno de aventuras. Su pasión por descubrir otras culturas y viajar por el mundo para aprender de ellas es algo que me enorgullece profundamente.

De seguro, intentaré reconstruir algunas de las historias que creamos juntos, y si ella quiere, añadiré nuevas de sus propias aventuras. Creo que esto no solo preservará nuestros recuerdos, sino que será una manera de mantener vivo ese espíritu creativo que compartimos.

Pasión por la música

Pasión por la música

La música ha sido una constante en mi vida, marcada por la influencia de mi familia. Mi padre era un apasionado de la tecnología y la música, y en casa teníamos un impresionante estéreo con bocinas de alta fidelidad que podía escucharse a varias cuadras de distancia. Su gusto musical era amplio y variado: disfrutaba de las orquestas clásicas, las grandes bandas, los cantantes de jazz y hasta la música de las películas de cine. Los fines de semana, nuestro hogar se transformaba en un concierto para el vecindario.

Mi madre, en cambio, prefería los sonidos románticos y la música tradicional puertorriqueña. En casa siempre se escuchaban boleros, danzas y géneros que evocaban la historia y la identidad de nuestro país. Pero la conexión con la música no se detenía allí. Mi abuelo, Santiago Vega Cortez, enseñaba baile a todas las quinceañeras en un distinguido club social, y fue precisamente así como conoció a mi abuela Isa. Desde aquel encuentro, la música y el baile formaron parte esencial de sus vidas y de la herencia que nos transmitieron, un legado que también se repitió en mi propia historia con mi esposa.

Gracias a esta influencia, mi repertorio musical es un reflejo de esas conexiones familiares. Desde pequeño, exploré diversos estilos y descubrí ritmos de diferentes culturas. Me cautivaron los sonidos de la salsa, el tango, la música internacional y los ritmos de nueva trova y africanos, cada uno con su propia historia y energía única. Mi curiosidad por la música no solo se enfocó en la melodía, sino también en la relación entre el sonido, el movimiento y su historia.

Durante la universidad, me adentré aún más en esta pasión al unirme a un grupo de música folklórica puertorriqueña como bailarín. Aprender diversos estilos de baile me llevó a profundizar en la cultura de cada ritmo, y eventualmente, me convertí en maestro de bailes. Hoy en día, continúo enseñando en Puerto Rico, no solo compartiendo pasos y técnicas, sino también transmitiendo la riqueza histórica y la emoción que la música lleva consigo.

Encuentro con el amor

Encuentro con el amor

Conocí a Frances Santiago en una de mis clases de baile en Puerto Rico. Llegó preguntando por las lecciones de tango, y desde su primera clase, su entusiasmo fue evidente. Lo que comenzó como una simple curiosidad por el baile pronto se convirtió en una amistad sincera. Un año más tarde, descubrimos cuánto compartíamos: nuestro amor por los animales, la música y las historias.

A lo largo de los años, Frances se ha convertido en toda una experta en la enseñanza del baile. Lo que más disfruto, sin embargo, es escuchar sus relatos. Aunque mi instinto de narrador me lleva a intentar terminarlos por ella, siempre me recuerda, con una sonrisa de paciencia, que prefiere contar las historias a su manera. Es igual que yo, y espero que algún día me disculpe por mis interrupciones.

Hace pocos años, Frances desarrolló un profundo interés por las aves. Su pasión la llevó a conocer cada especie en detalle, y hoy es capaz de reconocer casi todos los pájaros que se escuchan en Puerto Rico. Su curiosidad la convirtió en una enciclopedia viviente de aves, y su amor por la naturaleza la llevó a la fotografía. Ahora, es voluntaria en los censos de aves y trabaja en la creación de un sitio web dedicado a las aves locales.

Con el tiempo, esta pasión también ha influido en mí. Cada salida a observar aves se ha convertido en un nuevo relato compartido, una historia en construcción que nos une aún más. Muchas de nuestras conversaciones giran en torno a la biodiversidad y la belleza de Puerto Rico, y me siento afortunado de poder explorar este mundo junto a ella. Sin embargo, pronto regresaré a contar otras historias que forman parte de mi vida, aquellas que reflejan no solo la naturaleza, sino también la gente y la riqueza cultural que nos define.

Las historias son para compartir

Las historias son para compartir

Mi esposa y yo damos varias clases de baile, pero siempre aprovecho cualquier oportunidad para compartir mis historias. En mis clases, a menudo hablo sobre el origen de la música o del baile: no solo su país de origen, sino también la herencia de los instrumentos y el significado detrás de cada expresión artística. Algunos estudiantes dicen que hablo mucho, pero eso no va a cambiar, porque es algo que disfruto mientras seguimos aprendiendo juntos.

No puedo evitarlo; como ya les conté, está en mis genes. Aunque mi carrera profesional fue en contabilidad y programación, siempre sentí el llamado a contar historias. Me convertí en maestro de programación para instruir a programadores expertos, y rápidamente descubrí que no solo enseñaba códigos y estructuras, sino que también narraba la historia de la informática. Para mí, explicar por qué el primer error informático se llamó "bug"—porque una mariposa se metió entre los bulbos de una computadora—era tan fascinante como contar el origen de un ritmo musical. La ciencia y la tecnología, al igual que la música y el baile, tienen sus propias historias.

Lo bueno es que, además de tener muchas historias, también tengo las destrezas técnicas que acumulé durante mi carrera para montar un sitio web sobre mis historias. No solo puedo programarlo, sino que también puedo mantenerlo actualizado para que esté siempre a la vanguardia de compartir relatos sobre Puerto Rico y nuestra cultura.

Las historias nos conectan, nos dan identidad y nos enseñan. Son puentes entre el pasado y el futuro, herramientas para comprender quiénes somos. Mi misión es compartirlas, mantenerlas vivas y hacer que trasciendan generaciones. Mientras haya historias que contar, estaré aquí para narrarlas.


sobre el autor

Sobre nuestro autor

Bill García escribe con el alma de Puerto Rico, inspirado por su naturaleza, su música, su gente y su historia. En su retiro, encuentra alegría en escribir para quienes quieren conocer más sobre nuestra Isla del Encanto

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